«El pueblo evangélico ha sido conocido siempre como “la gente del Libro”. Es cierto que todo cristiano sigue de alguna forma las enseñanzas de la Escritura, pero la fe evangélica se basa tanto en la Biblia, que hablamos desde la Reforma de la Sola Escritura. Hoy en día, hay muchos que contraponen la obra del Espíritu a la Palabra, o enfrentan a Cristo con la Biblia. Es conveniente por lo tanto volver a preguntarnos cómo debemos leer la Biblia.»
Del prólogo de José de Segovia (el texto completo del prólogo puede leerse más abajo).
Autor: Pedro Puigvert
Prólogo: José de Segovia
Páginas: 495
Depósito Legal: B.8980-2013
ISBN: 978-84-616-3518-4
Precio: 19,95 € (+ gastos de envío)
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Tel. 938 80 01 79
ÍNDICE
Prólogo
Introducción
I. LA BIBLIA, EL LIBRO DE DIOS: Su origen
1. Significado del término Biblia
2. ¿Cómo nos ha llegado la Biblia?
3. Distintas expresiones para el término Biblia
4. Las dos partes que forman la Biblia
5. La composición del Antiguo Testamento
6. La composición del Nuevo Testamento
7. Unidad y diversidad de la Biblia
8. Cuestionario
II. LA BIBLIA, EL LIBRO DE DIOS: Revelación divina
1. La Biblia es la Revelación de Dios
2. Dios se reveló al hombre antes de la caída
3. Dios se reveló al hombre después de la caída
4. Propósito de la Revelación
5. Divisiones de la Revelación
6. Modalidades de la Revelación
7. Instrumentos de la Revelación
8. Cuestionario
III. LA BIBLIA, EL LIBRO DE DIOS: Palabra inspirada
1. ¿Qué entendemos por inspiración?
2. Toda la Biblia es inspirada por Dios
3. Infalibilidad e Inerrancia
4 Cómo conocer la Biblia
4. Palabra de Dios en palabras de hombres
5. Objetivo de la Palabra inspirada
6. El testimonio del Antiguo Testamento
7. El testimonio del Nuevo Testamento
8. Cuestionario
IV. EL MENSAJE DE LA BIBLIA: Jesucristo
1. Cumplimiento de las profecías
2. El Verbo se hizo carne
3. Su ministerio terrenal
4. La obra de la cruz
5. Resucitado para nuestra justificación
6. Su ministerio celestial
7. Su segunda venida
8. Cuestionario
V. EL MENSAJE DE LA BIBLIA: La salvación
1. El pecado del hombre
2. La necesidad de un Salvador
3. La salvación por gracia
4. La justificación del pecador
5. El nuevo nacimiento
6. El arrepentimiento
7. La fe
8. Cuestionario
VI. EL MENSAJE DE LA BIBLIA: La vida cristiana
1. Llamados a ser santos
2. La obra del Espíritu Santo en el creyente
3. La lectura de la Biblia
4. La oración
5. Las buenas obras
6. La Iglesia
7. La meta final
8. Cuestionario
VII. LA LECTURA DE LA BIBLIA: La lectura sistemática
1. La lectura diaria de la Biblia
2. La lectura devocional de la Biblia
3. Las anotaciones durante la lectura
4. El subrayado de versículos
5. La memorización del texto bíblico
6. La práctica de lo que leemos
7. La influencia de la Biblia
8. Cuestionario
VIII. LA LECTURA DE LA BIBLIA: Métodos de lectura y estudio
1. Siguiendo un plan
2. Libro por libro
3. El método inductivo
4. El método deductivo
5. El método analítico
6. El método sintético
7. La lectura temática
8. Cuestionario
IX. LA LECTURA DE LA BIBLIA: Orientaciones para leer el AT
1. El Pentateuco
2. Libros históricos
3. Libros poéticos y sapienciales
4. Libros proféticos
X. LA LECTURA DE LA BIBLIA: Orientaciones para leer el NT
5. Evangelios y Hechos
6. Epístolas
7. Apocalipsis
8. Cuestionario lecciones IX y X
XI. LA COMPRENSIÓN DE LA BIBLIA: Ayudas para su comprensión
1. Los textos originales
2. Las traducciones
3. Las indicaciones textuales
4. Las concordancias y los diccionarios
5. Los manuales bíblicos
6. Los mapas
7. Los comentarios bíblicos
8. Cuestionario
XII. LA COMPRENSIÓN DE LA BIBLIA: Normas de interpretación.
1. Examen del texto
2. El contexto
3. El trasfondo bíblico
4. El significado doctrinal
5. El lenguaje figurado
6. Los géneros literarios
7. Relación entre el AT y el NT
8. Cuestionario
XIII. LA COMPRENSIÓN DE LA BIBLIA: Significación actual
1. El significado primario
2. La significación actual
3. La significación doctrinal
4. La significación práctica
5. La contextualización del mensaje
6. La comprensión inteligible
7. Teoría y práctica de la comprensión
Conclusión
Apéndice I. La Biblia mucho más que un libro
Apéndice II. La canonicidad de la Biblia
Indice temático
Notas
PRÓLOGO
El pueblo evangélico ha sido conocido siempre como “la
gente del Libro”. Es cierto que todo cristiano sigue de alguna forma las enseñanzas
de la Escritura, pero la fe evangélica se basa tanto en la Biblia, que hablamos
desde la Reforma de la Sola Escritura. Hoy en día, hay muchos que contraponen
la obra del Espíritu a la Palabra, o enfrentan a Cristo con la Biblia. Es
conveniente por lo tanto volver a preguntarnos cómo debemos leer la Biblia.
Como dice Pedro Puigvert, “la Biblia, como el libro
de Dios, está destinada a todos los hombres sin excepción”. Aunque sus primeras
páginas, el autor calcula que se empezaron a escribir hace algo más de tres mil
años, esta obra nos muestra que su contenido es actual. La Palabra de Dios está
“viva”, porque es el Dios vivo el que habla por medio de su Palabra (1 Ts.2:1
3), que el Espíritu Santo toma y aplica a nuestros corazones. Esa Palabra por
lo tanto no llega a nosotros en palabras solamente, sino también en poder, en
el Espíritu Santo y en plena certidumbre (1 Ts.1:5).
Sabemos que la Biblia no es un libro más. Es la
Palabra de Dios, no un simple relato de experiencias y opiniones religiosas. Ya
“que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres,
de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 P.1:20-21). La
Biblia registra revelaciones que Dios ha dado a personas del pasado, pero con
un uso universal y permanente, que hace que la Escritura por la obra del
Espíritu Santo sea la Palabra de Dios para nosotros hoy.
Esa inspiración afecta no solo a ciertas partes de
la Biblia que contienen revelaciones directas de Dios, sino que “toda la Escritura”
es inspirada, literalmente expirada, por Dios (2 Ti. 3:1 6). Hay tal íntima
conexión entre el Espíritu de Dios y su Palabra que es como si estuviéramos
ante el propio aliento de su boca, pero el énfasis no es tanto en el origen de
la Escritura, como en su función presente. Las Escrituras contienen ahora para
nosotros todas las palabras de Dios que necesitamos para ser salvos y “enteramente
preparados para toda buena obra”.
Al llegar a este punto tenemos que preguntarnos:
¿cuál es el propósito de la revelación de Dios? ¿Es el inicio de una serie constante
de comunicaciones, para que a través de numerosas escrituras y sueños podamos
tener cierta información acerca de Dios, que nos lleve a la verdad que
necesitamos saber?, o ¿es que Dios nos ha dado ya su Palabra definitiva, de una
vez y para siempre, como guía segura para nuestra vida? Creo que la mayor amenaza
hoy para el principio de Sola Escritura lo encontramos en dos frentes
diferentes: la tradición y las nuevas revelaciones.
Al establecer el principio del canon, la Iglesia ha
reconocido que a partir de ese momento la tradición ya no es más un criterio de
verdad. O ¿es que podemos encontrar acaso otras palabras de Dios aparte de las
que tenemos en la Escritura? La Iglesia, a pesar de la pretensión de Roma y
tantas sectas, no conoce más que una sola base y fundamento: los profetas y los
apóstoles, (Ef. 2:20). Es por ello que Dios nos pone en contacto con la “principal
piedra del ángulo: Jesucristo mismo”, a cuyo “edificio” los creyentes son incorporados
como “piedras vivas”. Ese “edificio” sirve de morada al Espíritu Santo, y la
Palabra es el medio que el Espíritu Santo utiliza para la extensión de su
Iglesia y la edificación de los creyentes. No se pueden colocar por lo tanto
los dones proféticos o ningún magisterio viviente al nivel que la autoridad
única que Cristo confirió a sus apóstoles.
La Biblia tiene todo lo que tenemos derecho a
imponer a la conciencia. Por lo que la Palabra de Dios no solamente ata la conciencia,
sino que también nos libera de cualquier otra tiranía. Así que el Señor nos
llama a “estar firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gá.5:1).
La suficiencia de la Escritura nos da verdadera seguridad y libertad. La
Palabra protege nuestra libertad cristiana frente a todos los que quieren
llevarnos esclavos de cualquier autoridad profética basada en nuevas
revelaciones.
No podemos negar que la Escritura muestra a
personas que en ocasiones son movidas por el Espíritu a hacer o decir algo (Lc.2:27),
y la suficiencia de la Escritura no niega en modo alguno la providencia divina.
Creemos en un Dios soberano, pero seamos claros: hay un peligro evidente de
autodecepción en tantas expectativas de profecía que encontramos hoy en la
Iglesia. La vida de muchos creyentes, de hecho, ha sido arruinada por la
tiranía de la pretendida autoridad de algunos a causa de ciertas nuevas revelaciones.
Y esto ocurre no solo en sectas o maestros que añaden a la Biblia otros libros,
sino entre muchos hermanos que entienden la dirección divina como una
experiencia continua de recepción de mensajes que les permite continuamente
decir Dios me ha dicho esto o lo otro, como si tuvieran una línea directa con
el Cielo.
Muchos de hecho practican una especie de ruleta
bíblica, por la que al abrir la Escritura por cualquier lugar se fijan en
cualquier texto como un mensaje divino para una situación concreta en ese momento
de su vida. No hay duda que por las Escrituras conocemos la voluntad de Dios
para nuestra vida, pero la Biblia no es un libro mágico. Un texto fuera de su
contexto es un pretexto. No podemos usar la Palabra de Dios como un manual de adivinación.
La Biblia contiene “todo el consejo de Dios”. Eso
no significa que contenga toda la verdad, ya que hay verdades que no se encuentran
en la Biblia, pero sí todas las que el hombre necesita para ser salvo y vivir
como cristiano. Por eso es la única norma y regla de fe que debemos tener. La
Biblia es la revelación final de Dios, por lo que ya no hay ninguna comunicación
inspirada por Dios que pueda venir a nosotros con esa autoridad. El propósito
de la revelación ha sido ya consumado en la persona del Señor Jesucristo, por
lo cual Cristo es soberano no solo en la salvación, sino también en la
revelación. No solo los grandes hechos de la salvación, sino su misma
proclamación por sus testigos escogidos, pertenecen al plan redentor de Dios.
Hay pocas Confesiones de Fe que reflejen tan bien
el principio de Sola Escritura como esa Declaración de la Iglesia francesa en 1559
que dice en su artículo V: “No hay autoridad, antigüedad, costumbres, números,
sabiduría humana, proclamaciones, edictos, decretos, concilios, visiones o
milagros, que se deba oponer a la Sagrada Escritura, sino todo lo contrario,
todas las cosas deben ser examinadas, reguladas y reformadas según estas”. ¡Qué
gran verdad es esta!
La suficiencia de la Escritura implica también una
idea de claridad, que llamamos perspicuidad. Hay la idea popular de que la Biblia
es un libro difícil de entender, por no decir incomprensible. Y por supuesto
que hay muchas partes de la Escritura que no son fáciles de entender, pero no
solo para el lector común, sino también para los eruditos. La prueba es que
nunca se ponen de acuerdo sobre esos textos difíciles. Así que no hay nada más
trágico que ese nuevo papismo de la crítica bíblica, por el que muchos han sucumbido
a la infalibilidad del académico. Doctores tiene la Iglesia, pero ¡Dios nos
libre de la tiranía de cualquier magisterio pontificante, aunque sea sobre la
base del método histórico-crítico!
El Espíritu Santo acompaña con poder a su Palabra. “Así
será mi palabra que sale de mi boca”, dice el Señor: “no volverá a mí vacía, sino
que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Is.55:11).
Es la buena semilla que produce una cosecha inesperada (Lc.8:4-5) en nuestra
vida. Porque la Biblia ha de ser también la norma suprema de nuestra ética. La
Escritura nos muestra unos principios que debieran determinar nuestra conducta,
tanto en el ámbito espiritual de adoración y gobierno de la Iglesia, como en
nuestra experiencia emocional.
La obra de Pedro Puigvert es un útil instrumento
para el estudio de la Biblia. Manual de estudio ya en varios seminarios e
institutos bíblicos –como el CEEB–, refleja toda una vida dedicada a la exposición
y comentario de la Palabra. Como Secretario general de la Unión Bíblica y
anciano de una asamblea de Barcelona, Puigvert ha aunado la fidelidad al texto
con la divulgación de la Escritura, tanto en la iglesia como en centros de
estudio bíblico. Su trabajo es una valiosa aportación para la bibliografía
evangélica de habla hispana, que merece la pena leer y estudiar.
José de Segovia
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